Taller Fanzine, proyecto de vida. Minigua- Matanza

02.03.2025

A diferencia de lo que sucede en Charta, en Matanza se contrata la camioneta de un vecino para facilitar el transporte de los niños y niñas que viven en veredas más alejadas, teniendo en cuenta la considerable distancia entre algunas zonas rurales y la vereda San Carlos, lugar donde se realizó el encuentro. Este apoyo logístico resulta fundamental para garantizar la participación de todos los niños y niñas en las actividades, especialmente aquellos que viven en sectores más dispersos del municipio.

Durante el trayecto en la camioneta, recogimos a dos niñas. Una de ellas fue especialmente conversadora, lo que me permitió establecer un vínculo cercano desde el inicio. Su manera de expresarse, su interés por compartir su experiencia y su calidez me hicieron sentir una gran afinidad con ella, lo que me permitió comenzar el día con una energía muy bonita.

Del equipo de Corambiente asistimos los mismos integrantes que participaron en el encuentro de Charta. Esta vez, la actividad se llevó a cabo en la escuela de la vereda San Carlos, un espacio mucho más amplio y adecuado para el desarrollo del taller, especialmente considerando que contamos con la participación de aproximadamente 43 niños, niñas y adolescentes de diversas edades. Entre ellos, se encontraban jóvenes de hasta 20 años que hacen parte de la dirección del grupo Minigua, lo que muestra el compromiso y trayectoria que muchos de ellos han construido en este proceso.

Una de las primeras cosas que pude observar fue que, al ser un grupo tan diverso en edad, se conformaban pequeños subgrupos según las afinidades generacionales. Aunque todos parecían llevarse bien entre sí —ya que comparten espacios escolares y comunitarios—, era común verlos comentando entre ellos anécdotas, chismes e historias relacionadas con sus vidas cotidianas. Me pareció interesante cómo, a pesar de las diferencias de edad, los mayores cuidaban con especial atención a los más pequeños, lo que generaba un ambiente de compañerismo y protección muy bonito. También me sorprendió ver cómo, entre los jóvenes mayores, ya existían algunas relaciones amorosas, y no era raro que conversaran abiertamente sobre sus problemas sentimentales. A pesar de esto, todos participaron con mucho respeto y compromiso en las actividades.

El comportamiento del grupo fue ejemplar. A pesar de su tamaño, se mostraron organizados, respetuosos y con una excelente disposición para participar en cada dinámica. Se notaba que era un grupo con más experiencia en estos espacios, posiblemente porque llevan varios años vinculados a Minigua. Esto también se evidenciaba en la forma en que se expresaban: hablaban con mayor propiedad y profundidad sobre los temas, lo que enriqueció significativamente el desarrollo del taller.

Para dar inicio al encuentro, se les pidió que trajeran un objeto que representara su conexión con el territorio y el trabajo que han venido realizando con el grupo Minigua. Durante la presentación individual, cada niño, niña o joven debía mostrar el elemento que había llevado y explicar el significado que este tenía para ellos. Esta actividad resultó ser profundamente significativa, ya que no solo permitió que nos conociéramos mejor, sino que también generó un espacio emocional muy poderoso donde cada uno pudo expresar el vínculo afectivo que tiene con su entorno.

Fue especialmente conmovedor ver a uno de los niños presentar un cartel que había elaborado, en el cual había escrito una pequeña reflexión sobre la importancia de cuidar el agua y proteger el territorio. Este gesto, sencillo pero muy profundo, evidenció la sensibilidad que han desarrollado los niños y niñas en torno al cuidado ambiental, así como el compromiso que sienten con su territorio. Escucharlos hablar con tanto amor y sentido de pertenencia fue una experiencia muy hermosa que tocó fibras emocionales y reafirmó el valor de estos espacios de formación.


Karina, junto con otro compañero que también hace parte del grupo directivo de Minigua, fue la encargada de dinamizar la actividad inicial del taller con una propuesta rompehielos. Esta consistía en formar dos filas enfrentadas, y que cada niño y niña jugara "piedra, papel o tijera" contra la persona que tenía al frente. Quien ganaba podía avanzar un paso, mientras que quien perdía debía permanecer en su lugar hasta una nueva ronda. Esta dinámica, sencilla pero muy efectiva, logró activar al grupo, generar risas, y fomentar un ambiente de entusiasmo y disposición para comenzar con las actividades del día. Fue muy bonito ver cómo, desde el inicio, se generó un ambiente de confianza y participación activa, lo cual facilitó el desarrollo del resto del encuentro.

Después de este primer momento, Alejandra introdujo una nueva actividad. Ella llevó varias imágenes impresas con frases motivacionales que invitaban a los niños y niñas a reflexionar sobre la importancia de creer en sus sueños y trabajar por su proyecto de vida. Además, las imágenes incluían información sobre el valor nutricional de ciertos alimentos y recomendaciones sobre cómo lograr tener un desayuno balanceado y saludable para comenzar bien el día. Esta actividad, además de motivadora, sirvió como una introducción teórica y reflexiva al tema central del taller: el cuidado del cuerpo, la alimentación y el proyecto de vida.

Posteriormente, dimos paso al circuito de actividades, una dinámica muy llamativa y divertida que se realizó en parejas. A uno de los integrantes de cada pareja se le vendaban los ojos, mientras que al otro se le tapaba la boca. Esto exigía que ambos trabajaran juntos, desarrollando la confianza, la coordinación y la comunicación no verbal para superar los retos del circuito.

En la primera estación del recorrido, liderada por la ingeniera Vanessa, los niños con los ojos vendados debían identificar diferentes alimentos utilizando únicamente el sentido del tacto. Esta experiencia despertó mucha curiosidad y risas, pero también permitió que los participantes se familiarizaran con las texturas y características físicas de ciertos alimentos.

En la segunda estación, el niño que tenía la visión libre debía guiar a su compañero (que aún tenía los ojos vendados) a través de una serie de obstáculos, pero sin poder hablar, únicamente utilizando señas o gestos. Esta parte de la dinámica no solo fomentó la empatía y la paciencia, sino también el trabajo en equipo, ya que ambos debían buscar formas creativas de entenderse para completar el reto con éxito.

En la tercera estación, a cargo mía, realicé una serie de preguntas relacionadas con los nutrientes de los alimentos que habían explorado en la primera estación. Para responder, los niños y niñas podían apoyarse en la información que Alejandra había compartido previamente. Fue interesante observar cómo algunos recordaban detalles muy específicos de los beneficios de ciertos alimentos, lo que evidenció el interés y la atención que habían prestado durante la charla inicial.

Finalmente, para llegar a la última estación, las parejas debían completar un pequeño recorrido haciendo la carretilla (una dinámica física donde un niño sostiene los pies de su compañero mientras este camina con las manos). Una vez en la estación final, se les ofrecía un alimento para probar con los ojos vendados, y debían adivinar qué estaban comiendo basándose en su sabor y textura. Esta parte fue una de las más divertidas del circuito, ya que generó muchas reacciones y comentarios espontáneos por parte de los niños, quienes se mostraban entusiasmados por acertar.

En general, la actividad fue muy bien recibida. Se notó que al tratarse de un grupo con niños y niñas un poco mayores, podían asumir retos con un mayor nivel de complejidad, lo cual hizo que la experiencia fuera aún más atractiva para ellos. Se involucraron con entusiasmo y demostraron mucha disposición en cada una de las estaciones.

Sin embargo, durante el desarrollo del circuito ocurrió un pequeño contratiempo: a una niña se le ofreció lulo, sin saber que era alérgica a esta fruta. Afortunadamente, la cantidad que consumió fue mínima, y la situación se atendió de inmediato, por lo que no pasó a mayores. Este incidente sirvió como un recordatorio de la importancia de tener presente las posibles alergias o restricciones alimentarias de los participantes antes de ofrecer cualquier alimento en las actividades.

A pesar de este pequeño incidente, el balance general de la jornada fue muy positivo. Las actividades lograron el objetivo de combinar el juego, el aprendizaje y la reflexión de una manera integral, fomentando tanto el conocimiento sobre nutrición como el fortalecimiento de habilidades personales y sociales en los niños y niñas participantes.

Después del circuito de actividades, dimos paso al taller de creación de fanzines. Para esta actividad, mis compañeros y yo nos dividimos en diferentes grupos con el fin de acompañar más de cerca a los niños y niñas durante el proceso, ya que, al tratarse de un grupo numeroso, era importante que cada uno tuviera el acompañamiento necesario para resolver dudas y mantenerse motivado.

A pesar del número de participantes, fue muy gratificante observar que todos los niños y niñas mostraron una actitud muy positiva. Se involucraron con entusiasmo y dedicación, y ninguno se mostró desinteresado o dejó de participar. Todos estaban enfocados en su trabajo, dibujando, coloreando, escribiendo y preguntando constantemente para asegurarse de que estaban haciendo las cosas bien. Fue notorio que disfrutaban el momento creativo, y se esforzaban por hacer sus fanzines lo más bonitos posible.

La actividad consistía en elaborar un fanzine de ocho caras, en el cual cada una debía responder a una pregunta clave sobre su proyecto de vida:

  1. ¿Cómo me veo en el futuro?

  2. ¿Cuáles son mis motivaciones para cumplir mi proyecto de vida?

  3. ¿Qué obstáculos pueden surgir en mi camino?

  4. ¿Cómo soy en el presente?

  5. ¿Qué acciones estoy realizando para cumplir mi meta?

  6. ¿Cuál es una de mis principales fortalezas que me ayudará a lograr mi proyecto de vida?

  7. ¿Cuál es una debilidad que debo mejorar para alcanzar mis sueños?

  8. ¿Qué impacto quiero generar en mi territorio con mi proyecto de vida?

Durante el desarrollo de la actividad, noté algo muy especial: a la mayoría les gustaba mucho dibujar y pintar, y ponían un gran esfuerzo en embellecer sus creaciones. Constantemente me preguntaban sobre el orden de las páginas y se aseguraban de seguir la secuencia correcta. En comparación con el grupo de Charta, aquí los niños y niñas estaban mucho más atentos a la estructura del fanzine, lo cual me pareció interesante y también revelador sobre su nivel de concentración y organización.

Me llamó la atención que muchos de los participantes expresaban en sus fanzines el deseo de quedarse en su territorio en el futuro. Esto contrastaba con lo que suele ocurrir en otros espacios donde la idea de "salir del pueblo" es predominante. En este grupo, profesiones como camionero o futbolista eran de las más mencionadas, lo que habla tanto de sus intereses como de los referentes que tienen más cercanos.

Sin embargo, también emergieron aspectos delicados y muy significativos al hablar de los obstáculos. Muchos mencionaron que el principal impedimento para cumplir sus sueños era la falta de dinero o el escaso apoyo por parte de sus familias. Esto refleja las condiciones materiales que atraviesan, pero también el entorno emocional que muchas veces no favorece la construcción de un proyecto de vida sólido.

Al tratarse de un grupo con jóvenes un poco mayores, también fue evidente que empezaban a surgir con más fuerza las inseguridades personales, especialmente en relación con su cuerpo o sus propias capacidades. Varios de los fanzines revelaban que los propios niños y niñas se percibían como su principal obstáculo. Uno de los casos que más me marcó fue el de un niño que escribió que no podía cumplir sus sueños porque le hacían bullying en la escuela. Otro caso que me generó mucha preocupación fue el de una niña que cubrió con una flor una parte clave de su fanzine, en la que escribía que no cumpliría sus sueños porque, según ella, se iría del territorio y no volvería. Ese gesto, aparentemente simple, me hizo reflexionar sobre los sentimientos de desconexión o desesperanza que pueden estar presentes en algunos de ellos.

Estos relatos, aunque duros, también son una oportunidad para profundizar en el trabajo de acompañamiento emocional con los niños, niñas y adolescentes del grupo. Nos invitan a pensar en estrategias para fortalecer su autoestima, construir redes de apoyo y abrir espacios donde puedan expresarse con libertad y sin miedo a ser juzgados.

En general, el taller fue un espacio muy significativo. Más allá de lo artístico, fue una ventana hacia los mundos internos de los participantes, hacia sus sueños, sus miedos, sus anhelos y sus luchas. Queda claro que este tipo de ejercicios no solo permiten trabajar el proyecto de vida desde lo lúdico y creativo, sino que también abren puertas para detectar necesidades emocionales y sociales que deben ser atendidas con sensibilidad y compromiso.

Para finalizar la jornada, Ricardo Eslava y Vanessa lideraron una actividad de planeación con el grupo Minigua. Dividieron a los y las participantes en pequeños grupos para que pudieran compartir propuestas sobre las actividades que les gustaría realizar a lo largo del año. Además, reflexionaron sobre las acciones necesarias para acceder a los intercambios, motivando así una participación activa y comprometida.

En comparación con el grupo de Charta, se notó una diferencia significativa en los intereses y enfoques de los y las jóvenes de Minigua. Debido a la edad y el tiempo que llevan vinculados al proceso, este grupo mostró un mayor interés por actividades relacionadas con el monitoreo de aves y el aprendizaje sobre la biodiversidad de su entorno. También se evidenció una conexión más profunda con su territorio, algo que se reflejaba claramente en la manera en que hablaban de su comunidad, su paisaje y sus saberes.

Hacia el final del encuentro, se mencionó que una institución  cuyo nombre no me acuerdo, les había donado dos portátiles, unas cámaras y tres bafles de sonido. El grupo, en un ejercicio colectivo de reflexión, comenzó a pensar qué usos dar a estos recursos. De manera consciente, decidieron rifar uno de los bafles para recaudar fondos para el fondo común del grupo Minigua. Otro de los bafles lo conservarían para su uso en actividades del grupo, mientras que sobre el tercero aún no había una decisión definitiva: estaban considerando entre rifarlo o entregárselo a la Asociación de Mujeres Campesinas de Matanza (Asocimucam).

Estas decisiones demuestran la madurez y la conciencia colectiva que están desarrollando los chicos y chicas de Minigua. Pensar en las necesidades de su grupo y también en las de las mujeres del territorio, revela un compromiso significativo con el bienestar comunitario.

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