Taller fanzine proyecto de vida. Grupo de jóvenes de Charta
En esta ocasión, el compañero Ricardo Eslava me invitó a trabajar con los niños y jóvenes con el propósito de recolectar información sobre sus aspiraciones y planes de vida. Esta actividad tiene como objetivo comprender qué proyectos de vida tienen en mente, qué expectativas poseen respecto a su futuro y si desean continuar su vida en el campo. A partir de esta información, se podrán diseñar actividades pertinentes a lo largo del año que respondan a sus intereses y necesidades, además de ofrecer un panorama más claro sobre su percepción de la vida rural y las oportunidades que encuentran en su entorno.
El viaje inició desde las oficinas de Corambiente a las 6:00 p.m., con rumbo a Charta. En esta ocasión, me acompañaban la practicante de nutrición Alejandra, el compañero Ricardo Eslava, la ingeniera Vanessa y el conductor Brayan. Durante el trayecto, aprovechamos el tiempo para coordinar y planificar las dinámicas del taller, intercambiando ideas sobre la mejor manera de abordar la actividad con los niños y jóvenes. Reflexionamos sobre cómo podríamos apoyarnos mutuamente para garantizar que el taller se desarrollara de manera fluida y lograra los objetivos propuestos. También discutimos estrategias para motivar la participación activa de los asistentes, asegurándonos de crear un ambiente en el que se sintieran cómodos compartiendo sus pensamientos y aspiraciones.
Paisaje Chartero
Llegamos al pueblo alrededor de las 8:00 a.m., donde recogimos a los jóvenes para transportarlos en la camioneta hasta el lugar donde se llevaría a cabo la actividad. Dado que la mayoría de ellos son menores de edad, Corambiente se encarga de recogerlos y llevarlos a un punto cercano a sus hogares, con el fin de garantizar su seguridad y evitar inconvenientes. Sin embargo, debido a la cantidad de asistentes y el espacio limitado dentro del vehículo, algunos de nosotros tuvimos que viajar en el platón del carro para ceder los asientos delanteros a los niños y asegurarnos de que fueran cómodos y protegidos durante el trayecto.
Mientras nos dirigíamos al lugar del taller, nos encontramos con una niña que había confirmado su asistencia, pero que, a última hora, no pudo participar. Ella nos explicó que su familia había decidido no permitirle asistir al encuentro, a pesar de que su madre había confirmado su presencia en dos ocasiones. Ricardo comentó que esta situación se ha presentado varias veces, ya que la organización de los encuentros se realiza a través de un grupo de WhatsApp donde están los padres de los niños. Son ellos quienes confirman la asistencia de sus hijos, pero en algunos casos, deciden no enviarlos en el último momento sin previo aviso. Esta dinámica genera incertidumbre en la participación y dificulta la planificación de las actividades.
En este encuentro participaron aproximadamente 11 niños, entre los cuales los mayores tenían entre 15 y 16 años, mientras que la más pequeña tenía 8 años. Sin embargo, se ha identificado una particularidad en este grupo: no ha logrado crecer en número en los últimos años. Esto se debe, en parte, a que las mujeres de la asociación de Charta, quienes son aliadas de Corambiente, no han estado enviando a sus hijos a estos encuentros. Ante esta situación, se planteó la necesidad de dialogar con la asociación para incentivar a las madres a permitir la participación de sus hijos en estas actividades, con el objetivo de fortalecer y ampliar el grupo.
Una vez llegamos a la finca, dimos inicio a la jornada con una presentación inicial en la que participaron los niños y el equipo de Corambiente que estaba acompañando el encuentro. Este espacio permitió que cada uno se presentara y compartiera sus expectativas frente al grupo y al proceso que se desarrollará durante el año. Gracias a esta dinámica, logramos generar un ambiente cálido y de confianza para comenzar con entusiasmo las actividades del día.
Después de esta breve introducción, la compañera de nutrición, Alejandra, propuso una actividad lúdica compuesta por varias estaciones, diseñada para fomentar el trabajo en equipo y fortalecer conocimientos sobre alimentación de manera divertida. La dinámica se realizaba en parejas: a uno de los niños se le tapaban los ojos y al otro la boca, de modo que tuvieran que comunicarse y confiar el uno en el otro para avanzar en el circuito.
En la primera estación, liderada por la ingeniera Vanessa, el niño con los ojos vendados debía identificar un alimento únicamente a través del tacto. Luego, el niño que sí podía ver debía guiar a su compañero a través de una serie de obstáculos, comunicándose con gestos o señas, ya que no podía hablar. Posteriormente, en la tercera estación, yo me encargué de hacerles preguntas relacionadas con los nutrientes de los alimentos que habían explorado en la primera parte del circuito. Para responder, podían apoyarse en la información brindada por Alejandra en una charla previa sobre alimentación saludable.
Finalmente, para llegar a la última estación, los niños debían realizar la carretilla por un pequeño tramo. Una vez allí, se les daba a probar un alimento sin decirles cuál era, y tenían que adivinarlo basándose en el sabor y la textura.
La actividad resultó ser todo un éxito. Gracias a su carácter lúdico y participativo, los niños se mostraron muy entusiasmados y comprometidos con cada una de las estaciones. Como incentivo, se entregaron stickers como recompensa al finalizar el circuito. Esta estrategia fue muy bien recibida, ya que muchos niños los pegaron inmediatamente en sus mochilas o celulares con mucha emoción.
Más allá del aprendizaje, esta experiencia favoreció una mayor conexión entre Alejandra y los niños, fortaleciendo el vínculo con el grupo. Además, generó un ambiente lleno de risas, cooperación y alegría, tanto para los niños como para nosotros como equipo. Sin duda, fue una actividad muy enriquecedora que marcó positivamente el desarrollo del encuentro.
Después de la actividad de las estaciones, nos dirigimos nuevamente a la casa para continuar con la siguiente propuesta: la creación de fanzines. Sin embargo, en el trayecto, algunos de los niños más pequeños comenzaron a insistir en que querían ir a la cascada. Se acercaron a Ricardo Eslava para intentar convencerlo de llevarlos, pero esto resultaba complicado, ya que para visitar ese lugar se debía contar con el permiso previo de los padres y haberlo coordinado con antelación. Aunque los niños se mostraban muy insistentes, decidimos que lo mejor era no hacerlo. Para tranquilizarlos y canalizar su entusiasmo, les comentamos que en un próximo encuentro podríamos realizar una salida de avistamiento de aves en una cascada, lo cual los animó bastante.
Una vez de regreso, iniciamos la actividad del fanzine, cuyo propósito era recolectar información sobre los proyectos de vida de los niños de una manera más creativa y didáctica. La propuesta consistía en que cada niño elaborara un fanzine de ocho caras, en las cuales debían plasmar, a través de dibujos y frases, los siguientes aspectos:
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¿Cómo me veo en el futuro?
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¿Cuáles son mis motivaciones para cumplir mi proyecto de vida?
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¿Qué obstáculos pueden surgir en mi camino?
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¿Cómo soy en el presente?
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¿Qué acciones estoy realizando para cumplir mi meta?
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¿Cuál es una de mis principales fortalezas que me ayudará a lograr mi proyecto de vida?
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¿Cuál es una debilidad que debo mejorar para alcanzar mis sueños?
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¿Qué impacto quiero generar en mi territorio con mi proyecto de vida?
Los niños comenzaron la actividad con mucho entusiasmo, se notaban emocionados por la idea de dibujar y expresar sus sueños en papel. Sin embargo, en ciertos momentos algunos parecían distraerse o aburrirse. Los dos niños mayores, de aproximadamente 15 y 16 años, inicialmente estaban poco motivados a escribir y bromeaban entre ellos, pero a medida que fui conversando con ellos y acompañando el proceso, empezaron a involucrarse con mayor disposición.
Particularmente, el niño de 16 años me llamó la atención por sus comentarios, que reflejaban una mirada un poco pesimista sobre el futuro y una dificultad para expresar sus emociones. No obstante, al observar su fanzine, me sorprendió gratamente: escribió cosas muy bonitas, como que quería ser biólogo marino, que le encantaba el mar y que tenía sueños y gustos bien definidos. Fue un gesto sincero que me permitió ver una parte de él que quizá no se anima a mostrar fácilmente.
Al finalizar la actividad, sentí que había sido un espacio muy especial. Aunque no tuve el tiempo suficiente para revisar todos los fanzines con detalle durante el taller, posteriormente, al leerlos con calma, quedé gratamente sorprendida por el esmero y el cariño que los niños le pusieron a cada página. Me conmovió ver cómo, a pesar de sus inseguridades, lograron expresar sus anhelos con honestidad. En varios fanzines se repetían temas como la falta de dinero o el poco apoyo familiar como principales obstáculos para alcanzar sus metas, lo cual refleja parte de la realidad que viven.
Aun así, fue esperanzador ver que en la parte del fanzine donde debían imaginar el impacto que querían generar en su territorio, todos los niños plasmaron ideas muy bonitas. Mostraron un fuerte sentido de pertenencia y compromiso con su comunidad. En cuanto a las profesiones que mencionaron, muchas niñas querían ser médicas, y muchos niños soñaban con ser futbolistas, aunque también hubo otras aspiraciones.
Al principio, llegué a pensar que la actividad que yo guiaba no había generado tanto interés como la de Alejandra, con la que los niños se sintieron muy conectados. Pero al ver el resultado final de los fanzines, comprendí que sí había logrado llegar a ellos. Fue una experiencia valiosa y emotiva que reafirmó la importancia de brindarles estos espacios para soñar, crear y expresar lo que muchas veces no pueden decir con palabras.

La siguiente parte de la jornada consistía en realizar con los niños las Durante el encuentro, una de las actividades centrales consistió en planear junto a los niños las actividades que se desarrollarán a lo largo del año, así como definir los criterios que se tendrán en cuenta para seleccionar a quienes participarán en los intercambios programados. Además, se les preguntó sobre los lugares a los que les gustaría asistir, teniendo en cuenta algunas opciones que previamente había planteado Ricardo.
La actividad se organizó en pequeños grupos. Cada uno debía reflexionar y compartir tanto las ideas de actividades que deseaban realizar como las condiciones que deberían cumplir para ser seleccionados en los intercambios. Fue muy interesante observar cómo, a pesar de ser un grupo conformado por niños de edades bastante pequeñas, participaron activamente en la planeación y se involucraron con entusiasmo.
Las propuestas que surgieron fueron muy propias de su mundo y de sus intereses, destacándose ideas como ver películas, hacer campamentos o realizar salidas al aire libre. Si bien muchas de estas actividades tienen un carácter recreativo, fue muy gratificante ver cómo los niños se unían para pensar en lo que podrían hacer como grupo y cómo se apropiaban de la construcción colectiva del proceso. Además, se mostraron muy motivados por continuar con las actividades relacionadas al monitoreo de la biodiversidad, lo cual demuestra el impacto positivo que han tenido los talleres anteriores en su curiosidad y compromiso con el entorno.
En cuanto a la definición de los criterios para elegir a los niños que participarán en los intercambios, se destacaron aspectos como: tener buen comportamiento, estar atentos durante las actividades, asistir con frecuencia a los encuentros y participar activamente. También se resaltó la importancia de reportar avistamientos de aves, lo cual refuerza el vínculo que han venido construyendo con el proceso de observación y cuidado de la biodiversidad en su territorio.
La jornada concluyó de manera muy positiva. Se asignó como tarea reflexionar sobre cómo podrían invitar a más niños y niñas a unirse al grupo, ya que actualmente el número de participantes es reducido. Esta preocupación por fortalecer el colectivo evidencia el sentido de pertenencia que están desarrollando, así como su interés en hacer crecer el proceso y compartirlo con otros.